El histórico comercio de indumentaria es atendido por la tercera generación familiar. La fidelidad del cliente santotomesino a un trato de amigo con el comerciante. “Cuando abro mi comercio soy feliz”, dice Daniel Gagliardi.
Don Gagliardi era un empleado de correo que allá por la década del 60 estaba relacionado con la venta de indumentaria en la ciudad de Santa Fe. En la segunda mitad de esa década, recibe la propuesta para abrir un local de ropa para caballeros en Santo Tomé, lugar en el que residía, y abre un Valvo y Cía. en Rivadavia al 2000, zona pujante de la ciudad pero muy lejos de ser un lugar cargado de tránsito y mucho menos de locales comerciales.
“En esa época se vendían trajes, gabanes, pilotos, la gente vestía de otra forma”, dice Daniel Gabliardi, hijo del fundador que con quince años y con pocas ganas de estudiar se introdujo a trabajar con su padre haciendo “un poco de todo ya que barría, limpiaba vidrios, atendía al público, hacíamos muchas cosas no solo yo sino todos los empleados que tuvimos”, recuerda.
Ya había comenzado la década del 70 y Valvo y Cía. tenía un local más amplio sobre calle 25 de mayo, en el que aún está. “Era una época dorada, una Santo Tomé pujante, teníamos la Fiat en todo su esplendor y la gente no se relacionaba tanto con Santa Fe”, rememora. Había competencia pero igualmente trabajo para todos a pesar de ser una ciudad mucho más chica: Susmann, la Blanco y Negro, Lopecito ya estaban abiertos pero eran “colegas no competencia”, dice.
En cuanto al perfil del comprador local, Gagliardi indica que “el santotomesino es un cliente fiel pero hay que darle todo y así no se va a ir a Santa Fe; nosotros tenemos precios mejores que en Santa Fe y mismas marcas, no hay razón para cruzar el puente”. Cuando una firma se mantiene a lo largo del tiempo por su mostrador pasan varias generaciones y en el caso de Valvo y Cía. no es la excepción: “pensá que si a fines de los 60 o comienzos de los 70 nos compraba alguien de 30 o 40 años hoy tiene 80 o 90 años y nos ha comprado su hijo y ahora su nieto, eso es motivo de mucho orgullo”, se alegra Daniel.
El local se achicó para que sea más fácil la atención para él y su hijo Matías, quien se sumó para dar una mano después de la muerte de su abuelo. Pero la atención es la misma, con un trato amistoso son los clientes, aquellos que se llevan las prendas y después pasan a pagarlas o a los que se les carga la operación en una cuenta corriente que en la mayoría de los casos está abierta desde hace décadas.
Hoy la situación económica no es sencilla y particularmente no acompaña a ese rubro comercial aunque Gagliardi asegura que “siempre fue difícil” y que ese tipo de comercios es muy dependiente de los buenos gobiernos porque “cuando un gobierno te ataca o es más o menos hay que ir con cuidado”.
“¿Un balance?, que fue hermoso, muy lindo, estamos agradecidos a nuestros clientes porque gracias a ellos estamos vivos”, finalizó emocionado.